domingo, 9 de febrero de 2014

Castillo de Chapultepec

Antecedentes Historicos 

El topónimo de Chapultepec procede del idioma náhuatl chapul (in) –saltamontes– y tepe (tl) –cerro o montaña–: en el cerro del chapulín. Este cerro tiene una formación geológica muy antigua, de origen volcánico, que sirvió de asentamiento a numerosos pueblos desde los teotihuacanos hasta los mexicas. Estos últimos, según su historia de la peregrinación, después de salvar numerosos episodios contra los señores de Azcapotzalco, lograron fundar la ciudad de Tenochtitlan en el año 2

Fue durante el reinado de Moctezuma I Ilhuicamina (1440-1469 d.C.) cuando se mandó construir el acueducto para conducir el agua desde Chapultepec hasta México-Tenochtitlan. El responsable de la gigantesca obra hidráulica fue Nezahualcóyotl, señor de Texcoco, quien al no cobrar por su trabajo obtuvo como premio el permiso de habitar en Chapultepec. Las crónicas nos informan que a él se debieron la siembra y el cuidado de los más viejos ahuehuetes. El sitio se transformó en un lugar sagrado donde reinaban Tláloc y Chalchiuhtlicue, ambos dioses del agua, el primero del agua de lluvia y la última del agua que corre por los ríos tomando la forma de una serpiente con hermosas plumas de quetzal.


Con la llegada de Hernán Cortés a México se dispuso la tala de los árboles cercanos a los manantiales para que no contaminaran con sus hojas el agua de las albercas de Chapultepec. Con estas medidas el bosque comenzó a perder porciones de su espeso follaje.

Desde la época más remota hasta nuestros días, la arquitectura ha prosperado siempre en estrecha relación con el poder político y económico. Bastarían sólo algunos ejemplos para percatarse de que podemos descubrir, a través de los edificios, una historia del poder en las diversas sociedades humanas.

Durante el periodo virreinal, Chapultepec fue apreciado como un lugar de descanso y esparcimiento, para lo cual se construyó, en la base del cerro, sobre los cimientos de lo que fuera residencia de Moctezuma II Xocoyotzin, un palacio que dio albergue a numerosos virreyes y visitantes distinguidos durante más de dos siglos. Sin embargo, la explosión de un polvorín a mediados del siglo XVIII, que causó serios destrozos en el edificio, llevó a tomar la decisión de que el nuevo palacio se construyera en la cima del cerro, justo en el lugar que ocupaba una antigua ermita dedicada al arcángel San Miguel.


Los trabajos se iniciaron el 16 de agosto de 1785, cuando gobernaba la Nueva España el virrey Bernardo de Gálvez. El encargado de realizar los planos fue el teniente coronel e ingeniero Francisco Bambitelli. Primero se llevó a cabo el desmonte del cerro; después vinieron las excavaciones, los cortes del terreno, la formación de terraplenes y la fábrica de los muros destinados a sostener el edificio.

Como Bambitelli tuvo que marchar a La Habana, el capitán de infantería e ingeniero Manuel Agustín Mascaró quedó al frente de las obras.

A pesar de que la construcción marchaba con rapidez, don Bernardo no tuvo la oportunidad de ver terminado el palacio porque murió el 8 de noviembre de 1786. Su repentino fallecimiento sorprendió a todos, principalmente a varios de sus enemigos que lo acusaban de construir una gran fortaleza para desde ahí desconocer al gobierno de España. Se afirma, sin el peso de la evidencia comprobatoria, que fue envenenado. 

La Corona española ordenó suspender los trabajos y subastar la obra en 60 mil pesos a pesar de que ya se habían invertido más de 300 mil pesos. Afortunadamente no hubo quien se interesara por el edificio. Ante la falta de compradores, en 1792 el virrey Juan Vicente de Güemes Pacheco y Padilla, segundo conde de Revillagigedo, lo destinó para Archivo General del Reino de la Nueva España, pero el proyecto tampoco fructificó a pesar de que ya se tenían los planos de adaptación hechos por el arquitecto Miguel Constanzó.


Alexander von Humboldt llegó a la capital de la Nueva España en 1803 y visitó, entre otros sitios, el cerro y el Alcázar de Chapultepec. En su libro titulado Ensayo político del Reino de la Nueva España condenó el vandalismo de los ministros de la Real Hacienda, que en nombre de la economía empezaron a vender en subasta los vidrios, las puertas y las ventanas del edificio que se encontraba a 2 325 metros sobre el nivel del mar, dejándolo expuesto al embate de los vientos.

Finalmente el Ayuntamiento de la Ciudad de México lo adquirió en 1806, gracias a lo cual bosque y palacio se salvaron, casi de milagro, de pertenecer a un particular. Durante la guerra de Independencia (1810 a 1821), el edificio estuvo abandonado y así continuó hasta 1833 en que se decretó que fuera sede del Colegio Militar. Entonces se le comenzó a conocer como “Castillo”, aunque no fue sino hasta 1844, tras hacerle varias adaptaciones y erigir en la parte más alta del cerro el “Caballero Alto” o “Torreón”, que el edificio comenzó a funcionar como Colegio.

Durante los días 12 y 13 de septiembre de 1847, el Castillo fue bombardeado por el ejército estadounidense, causándole serios destrozos. Dos años después el recinto sería devuelto al Colegio Militar, pero habrían de pasar más de 20 años antes que el edificio lograra funcionar permanentemente como centro de enseñanza castrense.

Durante el gobierno del presidente Miguel Miramón (1859-1860), quien fue ex alumno del Colegio Militar y sobreviviente de la batalla de Chapultepec durante la intervención norteamericana, se construyeron algunos cuartos en el segundo piso del Alcázar.

No obstante, esa sección adquirió su fisonomía actual a partir de 1864, cuando Maximiliano y Carlota llegaron a gobernar el país y decidieron establecer allí su residencia imperial. Para lograr su propósito convocaron a varios arquitectos austriacos, franceses, belgas y mexicanos, como Julius Hofmann, E. Suban, Carl Kaiser, Carlos Schaffer, Eleuterio Méndez y Ramón Rodríguez Arangoity. Ellos realizaron numerosos proyectos arquitectónicos con el fin de hacer habitable ese hermoso espacio.

El jardín aéreo estuvo a cargo del botánico de origen austriaco Wilhelm Knechtel aunque, según Carlota, “se debió más a la mano de Max”. En tanto las obras avanzaban con rapidez, comenzaban a llegar de Europa muebles, pianos, tibores, vajillas de porcelana y de plata Christofle, óleos con los retratos de la pareja imperial, tapices, relojes de mesa, mantelería, cristalería, en fin, todo lo necesario para hacer del Alcázar un verdadero palacio. A la caída del imperio en 1867, el edificio quedó en el abandono hasta 1872.


Casi 10 años después (1876) se decretó establecer en Chapultepec el Observatorio Astronómico, Meteorológico y Magnético, que fue inaugurado dos años más tarde y sólo funcionó hasta 1883, año en que se ordenó trasladarlo al edificio del ex arzobispado en Tacubaya. ¿Las razones? El regreso del Colegio Militar y la adaptación del edificio como residencia presidencial.

El inmueble sufriría numerosas modificaciones arquitectónicas a partir de 1882, durante la gestión del presidente Manuel González. Después, a lo largo del mandato del general Porfirio Díaz, el Castillo y el Alcázar alcanzarían su mayor esplendor. Luego lo habitarían varios presidentes emanados de la Revolución Mexicana: Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y por último Abelardo Rodríguez.

El 3 de febrero de 1939, el presidente de la República, general Lázaro Cárdenas, expidió la Ley Orgánica que creó el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Esta ley, en su artículo tercero, señaló como parte del patrimonio nacional al Castillo de Chapultepec para que en él se instalase el Museo Nacional de Historia con todas las valiosas colecciones del Departamento de Historia del antiguo Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía.



El Museo Nacional de Historia se inauguró en el Castillo el 27 de septiembre de 1944.

Antecedentes Arqueológicos

El bosque y el cerro de Chapultepec se consideran un importante emblema de nuestra identidad desde tiempos inmemoriales. Sus características naturales fueron propicias para el establecimiento de antiguos grupos de agricultores; también se le consideró lugar sagrado: en su cima se construyó un adoratorio dedicado a los dioses celestes, mientras que en la parte baja de la ladera sur se creyó que habitaba Tlaloc, dios del agua. Todo ello ha podido constatarse con los modernos estudios de los arqueólogos, quienes han rescatado e investigado los vestigios culturales que el hombre ha dejado a su paso.

1966. Se realizaron excavaciones al Este del cerro, en las Albercas de Moctezuma, y revelaron la existencia de artefactos de los periodos teotihuacano, coyotlatelco, azteca y colonial.



1966-1969. Durante las obras de la Línea 2 del S. T. C. Metro se llevan a cabo trabajos de rescate arqueológico en los que se localizan restos de un antiguo acueducto de Chapultepec, además de otros materiales correspondientes a los tipos teotihuacano, coyotlatelco y azteca.

1973. La Delegación Miguel Hidalgo instala el cableado de alumbrado público en el sector occidental de la Residencia Oficial de los Pinos; entonces se recupera material arqueológico como fragmentos de cerámica, lítica tallada y pulida, figurillas y restos óseos propios de las fases teotihuacanas Miccaotli y Tlamimilolpa.


1975-1976. Los arqueólogos exploran el área conocida como los Manantiales de Chapultepec, donde localizan estratos prehispánicos: el colector de salida de la alberca indígena construido con piedra y argamasa, y cubierto con una capa de estuco. En uno de sus costados se encuentra una especie de asiento formado por dos taludes adornados con la característica moldura de la arquitectura mexica. Entre los materiales de relleno se obtienen esculturas de Tláloc, una diosa de la fertilidad, figurillas de sacerdotes ataviados como el patrono de la lluvia y jarras de diferentes tamaños. 

Durante las obras de drenaje profundo y del Circuito Interior se localizan algunos elementos arqueológicos, como pisos de estuco y muros de contención, que evidencian que el cerro estaba terraceado; asimismo se obtiene una alta frecuencia de cerámica de los periodos clásico, posclásico y colonial.


1982-1984. Durante la construcción de la Línea 7 del metro, la Subdirección de Salvamento Arqueológico efectúa trabajos de prospección arqueológica en el área de Tacubaya (en las calles Sóstenes Rocha, Parque Lira y Molino del Rey), justo en las inmediaciones del cerro. Los estratos estaban seguidos de una secuencia cerámica de los tipos azteca, teotihuacano y coyotlatelco. En el acceso poniente de la estación del metro San Antonio se registra una unidad habitacional de filiación teotihuacana, asociada a cerámica diagnóstica de las fases Xolalpan tardío y Metepec.

1985. Se registran las ruinas de un acueducto de la época virreinal constituido por un cañón corrido con recubrimiento de estuco y una cimentación de pilotes y emparrillado de morillos. De igual manera reporta distintos tipos cerámicos pertenecientes a las fases Tlamimilolpa (200-300 d. C.), Xolalpan temprano (450 d. C.), Metepec (450-600 d. C.) y Coyotlatelco (650-800 d. C.), azteca y colonial en la zona Sur o de Manantiales del cerro. 


1987. Se excava en el área de Manantiales y se encuentra otro acueducto, paralelo al primero, construido sobre una cimentación de pilotes de madera y un muro de piedras de tezontle de forma irregular cubiertas con aplanado.

1998. Se explora la zona oriental del cerro. Se localizan los restos del cráneo de un hombre adulto cuyo fechamiento por técnica de reducción de colágena data de aproximadamente 1 250 años a. C.


1998-2000. Durante los trabajos de remodelación del Castillo y el Alcázar, se efectúan labores de excavación y vigilancia arqueológica en la zona de Carruajes y el Patio de Cañones para instalar la bodega del Museo Nacional de Historia que permiten comprobar la reutilización de espacios. Se localizan muros de habitaciones de la época del virrey Bernardo de Gálvez (1785), restos de la bodega de vinos de Maximiliano, crujías y talleres del Colegio Militar. Tales instalaciones fueron clausuradas durante el siglo XX. Asimismo, en los pasillos del Patio de Cañones se hallan vestigios arquitectónicos de la cultura teotihuacana, como muros, pisos, plataformas, restos óseos humanos con deformación craneana, estucos y material cerámico teotihuacano de las fases Tlaminilolpa, Xolalpan y Metepec. 

En la exploración del jardín del Alcázar, en el sector oriente, se logra un hallazgo importante correspondiente a la reinstalación del Colegio Militar en el año de 1849: un basamento circular de piedras labradas que protegía una caja rectangular de cantera –llamada “caja del tiempo”– con la fecha incisa de 1849, que a su vez contenía una caja de plomo con monedas de plata de ese mismo año, una moneda conmemorativa de 1843, y algunos documentos, entre ellos un calendario de Galván, un programa de teatro, listas de los cadetes y un ejemplar del periódico El Siglo Diez y Nueve.

En esta misma temporada de exploraciones se realizan algunas excavaciones en tres aposentos ubicados en la ladera oriente del cerro que datan de la época mexica. Representan el chimalli, que fue un símbolo de guerra, la efigie del tlatoani Moctezuma II Xocoyotzin (1502-1520), con otros símbolos y fechas calendáricas; además tienen anexa otra escultura que evidencia los restos de una enorme serpiente. En la base de este aposento se identifica también una depresión que consistió en un estanque o poza.

1999. Con base en la presencia de cerámica dispersa en superficie, la ladera sur del cerro se considera una zona potencial con vestigios arqueológicos del periodo clásico. Por ello se han llevado a cabo varias exploraciones. La primera forma parte del Proyecto Arqueológico Bosque de Chapultepec, que reporta la presencia de materiales de diferentes temporalidades: moderna, colonial, mexica y principalmente teotihuacana; esta última representada por elementos arquitectónicos pertenecientes a una unidad habitacional, como muros de lajas de andesita y de adobe, un piso de lodo compactado y un posible fogón, así como tres entierros humanos con sus ofrendas, características comparables a las de la fase Metepec teotihuacana (450-600 d. C.).

Al mismo tiempo se realizan investigaciones en los Manantiales, la Fuente de Nezahualcóyotl y los accesos al Museo de Arte Moderno, al Lago y al Zoológico, sitios donde se obtienen materiales arqueológicos modernos, coloniales y prehispánicos.

Otras excavaciones se realizan en los Baños de Moctezuma, que revelan más datos acerca del antiguo sistema hidráulico, además de fragmentos de tezontle y artefactos del periodo mexica y colonial. Se piensa que el gran chapulín tallado en carniolita roja que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología proviene de este lugar.


2003. Se descubren vestigios arquitectónicos de la unidad habitacional en la falda sur del cerro, como un muro de rocas de andesita unidas con lodo y fragmentos de adobe, un piso y un apisonado, además de seis pares de vasijas colocadas en yuxtaposición: cajetes de soporte anular, distribuidos a lo largo de la habitación, junto con una concentración de materiales de tipo doméstico como ollas, cajetes, cazuelas y una mano de metate.


2004-2005. En la actualidad se continúa con las exploraciones de la unidad habitacional detectada con anterioridad. Los hallazgos, que son de gran trascendencia para el conocimiento de nuestro pasado remoto, comprenden una secuencia de cinco pisos de tierra apisonada, evidencia de las diferentes remodelaciones u ocupaciones del espacio. La esquina sureste de la habitación se definió al quedar expuestos los muros este y sur; se identificaron varios elementos característicos de diferentes áreas de actividad, como un horno (que refiere una actividad de cocción o calentamiento de alimentos, o algún otro material), una concentración de lítica pulida (metates de andesita, manos y pulidores) asociada a determinados quehaceres (mantenimiento de la casa y preparación de alimentos, entre otros). También se identifican varias superficies quemadas. Se localizan ocho entierros humanos distribuidos a lo largo de la habitación, entre ellos un niño, la mayoría con ofrendas fúnebres. Una de ellas consiste en una placa de mica, “un florero”, un cajete esgrafiado café pulido y un cajete acanalado; las demás son puntas de proyectil, cajetes, un disco de andesita con perforación al centro, una cazuela y fragmentos de pirita con pigmento rojo. Es importante destacar que los entierros se ubican debajo de los pisos, a la usanza de los antiguos pobladores teotihuacanos. Los entierros de Chapultepec están colocados junto a rocas de regular tamaño (de más de 40 cm), lo que refiere a una práctica local, distintiva del sitio. El material arqueológico obtenido (cerámica, obsidiana, figurillas, etc.) corresponde a la fase Metepec (450-600 d. C.) del periodo clásico teotihuacano. 



2005. Como parte de la remodelación del bosque, los arqueólogos del INAH coordinan los trabajos de excavación en uno de los accesos del Jardín de Leones. En el sitio se detecta la existencia de un cementerio católico de la época del contacto español. Este descubrimiento es de gran importancia para el patrimonio arqueológico por ser el primer cementerio localizado en la zona poniente de la Ciudad de México. Se encontró un total de 48 esqueletos humanos de adultos, niños y bebés (de dos meses a tres años) in situ. Dos bebés se hallaban enterrados dentro de ollas y otro envuelto en un petate. Entre los entierros había artefactos tales como navajillas de obsidiana, pelotas de piedra, cuentas de caracoles, mineral azul turquesa y algunos comales semejantes a los encontrados en las excavaciones de la Catedral de la Ciudad de México. Otros niños tenían botones de porcelana en el área de las costillas, uno portaba una medalla de plata a la altura de las clavículas con restos de textil, cinco estaban asociados a dos adultos (uno de ellos con una navajilla de obsidiana y el otro con una pequeña cruz de hueso entre sus clavículas). Es significativo mencionar que dos esqueletos adultos presentan deformación craneana y mutilación dentaria, costumbres prehispánicas que se confrontan con las católicas europeas.



También como parte de las actividades de remodelación de la 1a. Sección del Bosque de Chapultepec, se dragaron y limpiaron los Lagos Mayor y Menor, los canales Acequia y Quijote. El área de Arqueología del Museo Nacional de Historia interviene para realizar el análisis de la basura sumergida. El objetivo de este proyecto fue recuperar información histórica contemporánea de las actividades de los visitantes del bosque y cómo ha sido la dinámica cultural en el sitio desde la antigüedad hasta la época actual a través de los desechos arrojados al lago. El resultado fue la recuperación de 42, 911 artefactos de diversos materiales que reflejan conductas enfocadas al entretenimiento, la diversión, la vida amorosa y el culto religioso.










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